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Me acuerdo de que un día la profesora nos mandó dibujar un personaje (no recuerdo con qué propósito), el caso es que yo fui a buscar el mío entre la colección de cromos de la liga de mi hermano. Cogí el cromo de Fernando Hierro, con esa expresión solemne y esas orejas de soplillo me pareció el candidato idóneo para mi actividad. Recuerdo que copié el retrato con mucho esmero y al día siguiente la profesora me hizo enseñarlo a toda la clase por la exactitud con el original; todos mis compañeros miraban sorprendidos y yo me sentí orgullosa de mi Fernando. Años más tarde encontré el cuaderno en el trastero de casa y vi otra vez a Hierro, con sus orejas de soplillo, y me seguía sintiendo orgullosa de mi dibujo.
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