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Me acuerdo de la primera vez que comí Peta Zetas. Recuerdo que me arrepentí bastante de aquello: creí que esas explosiones eran mi merecido por haber entrado en la habitación de mi hermano sin permiso. Siempre teníamos que pedirlo antes de entrar en cualquier habitación (aunque creo que yo era la única imbécil que cumplía dicha regla).
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