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Me acuerdo del olor a gasolina de la furgoneta de mi abuelo, de sus uñas siempre negras y de la coca-cola bailarina que tenía en el taller. Me gustaba ir a visitarle y llenarme de ese olor pegajoso para luego volver con él en su furgoneta blanca, en la parte de atrás, de pie...intentando que las curvas no me tirasen al suelo.
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