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Me acuerdo de todas y cada una de las veces en las que me pisaste el amor con tus pisamierdas.
Me acuerdo de por qué decidí tatuarme una espiral en el antebrazo. Siempre consigo darle otra vuelta a mis segmentos, flaqueando otra vez más en esta misma curva.
Me sumerjo de nuevo, prescindiendo de líneas rectas en mis geometrías.