jueves, 13 de octubre de 2011

Me acuerdo...


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Me acuerdo de las bromas telefónicas que de pequeños maquinábamos mi amigo C. y yo. Recuerdo especialmente aquélla que le gastamos a J.L. y prácticamente a toda su familia. Consistió en un falso concurso donde debía adivinar el nombre de una melodía sencillísima de la película “El rey león”. Ningún miembro familiar dudó de que todo aquello fuera real, de que una semana después recibirían el aviso de recogida de su premio en las oficinas de Correos. También recuerdo como si fuera ayer la merecida broma que recibió B. de nuestra parte. B. era el niño más chulo y popular de la clase. Alardeaba de haber perdido la virginidad en una época en la que podía engañarnos fácilmente porque lo desconocíamos todo. El escenario preferido de sus fantasmales imaginaciones eran las dunas de Torrevieja. Sus encuentros sexuales se repitieron año tras año y la arena en su eterno chándal Adidas así lo atestiguaba. No recuerdo el nombre de la chica, tan sólo que siempre iba precedido de un artículo: la “Fulanita”. Nuestras infantiles voces confundían a la madre de B. y la línea se cortaba. Debía suponer que la paga no alcanzaba para una llamada nacional a su hijo. B. se quedó con las ganas de oírnos imitar a su amor de verano. Lo peor era fingir y tragarnos la risa al día siguiente. En sus narices.

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