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Me acuerdo de aquel chico que pagó 250€ por una noche en la suite de un hotel para poder llevarme a la cama. Me acuerdo de sus promesas de amor eterno y de sus lágrimas al decirle que no le creía. También me acuerdo de lo poco que tardó en olvidar tanta promesa.
A mí, para llevarme a la cama, me han llevado a hostales. Y yo pagaba mi parte.
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