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Me acuerdo de que el 12 del 12 del 12 a las 12 y 12 estaba fumándome un cigarro, tomándome un té y llamando por teléfono a un número que daba señal pero donde no contestó nadie. Un minuto después, colgué y borré el número de mi agenda.
Maldita suerte la mía, que me lo sé de memoria. Con suerte, con el tiempo consiga olvidar el último dígito y así tenga nueve oportunidades más de seguir equivocándome.